...porque los que saben contar historias pueden cambiar el mundo. Y aquí tenemos los bolsillos llenos de ellas.

(Amaranta)

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...no sé contar las cosas intangibles, pero puedo enumerar todas las que se me quedan en la piel.

(Estrellada)

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... y las arenas atrapahombres, y el sabor a sal, origen de todas las cosas.

(MA)


lunes, 12 de noviembre de 2012

Winston dixit (y II)


Sí, soy imbécil, no lo negaré, pero por muchas más razones de las que ella imagina.

Lo soy porque me gusta maullar a la luna -tan diferente en su discurrir nocturno durante el mes- y no me gusta ladrar al sol -tan idéntico desde que sale hasta que se pone-.

Lo soy porque me atraen más las indígenas del Orinoco –con sus tetas caídas y desprejuiciadas- que el ejército de funcionarias – maquilladas, uniformadas con sus wonder-brá, estúpidas de tanto intrigar- que me rodean y asedian diez horas al día, seis días a la semana, en el departamento de estadística.

Lo soy por ignorar la advertencia que me hicieron sus dentelladas, me advirtieron que yo  nunca sería el faro de su naufragio, que únicamente sería una válvula de escape. Y  yo lo acepté, como acepto el olor a membrillo de los armarios de mi mamá, como acepto realizar todas las guarradas que ella me pida, como acepto que los cerdos un día serán hombres (aunque esa es otra historia).

Ahora me quedo en letargo, derrotado, viendo morir este mundo, pensando en esos sitios donde nosotros nunca existimos, donde los años se borran de los calendarios con bocanadas de habano barato y sorbos pequeños de ron añejo Santa Teresa, y las noches –todas las noches- se podrían esconder dentro de aquellas muchas folladas clandestinas y accidentales.



Sí, soy un imbécil.

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