...porque los que saben contar historias pueden cambiar el mundo. Y aquí tenemos los bolsillos llenos de ellas.

(Amaranta)

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...no sé contar las cosas intangibles, pero puedo enumerar todas las que se me quedan en la piel.

(Estrellada)

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... y las arenas atrapahombres, y el sabor a sal, origen de todas las cosas.

(MA)


domingo, 8 de septiembre de 2013

Constelación

La mujer que persigue estrellas duerme con los ojos abiertos frente a su ventana. Afuera, en la azotea de enfrente, dos exiliados de la pobreza  -un judío y un turco- están reformando ese cartel luminoso que no la deja vivir: ich liebe wein

Al anochecer conectan el nuevo rotulo: das leben ist schön. La avenida vuelve a ser visible a intervalos. Los camellos y los que venden su culo por 20 € desaparecen entre sombras decadentes.


Ahora una sonrisa se pinta en la cara de Aldebarán. Ahora ya no le importa que el fin del mundo fuera ayer, ni que haya sido ella la elegida para repoblarlo.

jueves, 13 de junio de 2013

Aceite

A las gavetas les hace falta aceite, siempre chirrían cuando las abro. A las puertas también, y a las cremalleras, y a los amaneceres, y a mis huesos, y a tus venenos, y a los mordiscos del alma. A todo le hace aceite, tengo que engrasar cualquier cosa que tenga bisagras, que tenga articulaciones, que tenga movimiento...

A los superhéroes les hace falta aceite, a los duelos de gatos en noches sin luna les hace falta aceite, a los dictadores olvidados y moribundos les hace falta aceite.

A las palabras les hace falta aceite, al mundo le hace falta aceite, a la vía láctea le hace falta aceite, incluso pondría un poco de lubricante a tu manera de decir: ¡¡Oye, no pares!!


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sábado, 25 de mayo de 2013

Fuego


                                       ...siempre lo estafan y ya está harto. Tomó una decisión, la más fácil, el camino de en medio. Se fugó de aquella mierda de trabajo y se puso a buscar su propio trébol de cuatro hojas. Desde aquel día Él no puede pronunciar el nombre de ella en voz alta, cuando tiene que decirle algo la llama “medusa”, porque sus ojos le escuecen si la mira, porque sus dedos le queman si la toca.
Ella se pinta las uñas de verde arrecife y los labios de morado vitriolo. Qué bien suena cuando ella dice “dame el vi-tri-o-lo”, así, despacito, porque a ella le gustan los besos lentos y las historias con dos finales, sabiendo que de esa manera llegan más adentro…

miércoles, 22 de mayo de 2013

Tierra



                                         …que saber volar es esencial, me decía Girondo.  Pero a mi no se me importa un pito -como a él- que las mujeres tengan las tetas como nenúfares de otoño, ni permito que huelan a gasolina y zotal por las mañanas, y en el fondo me la trae bastante floja que hayan aprendido a volar.  La verdad es que prefiero que estén a ras de suelo, como yo, que voy renqueando como un topo mirando siempre hacia arriba, mirando bajo sus faldas, entre sus leotardos de gatos y setas, esperando el milagro de encontrar algún olvido de lencería que me haga esta vida de gusano más agradable.

Y lo peor de todo es que la FAO anda diciendo por ahí que tenemos que comer insectos, que los saltamontes. las lombrices  y las hormiguitas son deliciosos. Y yo le pregunto a la FAO ¿es que se han acabado los coños?

martes, 21 de mayo de 2013

LAS TRES ULTIMAS




A través de un reflejo en las puertas del Starbucks la he visto durante unos segundos, cruzaba fugazmente sobre las azoteas de María Molina montada en una alfombra voladora. He evitado levantar la cabeza y desviar la vista del suelo, no quiero delatarla.

En los mentideros subterráneos de la resistencia se cuenta que le sacó los ojos a una centinela, aprovechó un cacheo -denso y descarado- sobre sus tetas para desenfundar una horquilla del moño y dejarla ciega...

miércoles, 24 de abril de 2013

RETRATO DE FAMILIA SIN PERRITO


La noche se acaba y el camión de la basura comienza la ruta para recoger los desechos de la ciudad, arrambla con todo, con promesas olvidadas en condones de látex, con peticiones de socorro en sobres americanos de ventanilla transparente, todo cabe en esos camiones que huelen a olvido y a diesel.

La noche se acaba y el tabaco también. -¿me das un cigarrillo? dijo él.

La noche se acaba y ya no quedan diablos a quien vender el alma. -¿y tú me comerías el coño? dijo ella.

Los siguientes diez o quince años construyeron una película de bajo presupuesto, con una mierda de guion predecible y facilón: trabajo de oficina y veranos en la casita de la playa, niños no, que dan mucho trabajo, coche en el garaje y asientos en el club de tenis, deberes conyugales rutinarios los domingos por la tarde, todos los domingos, algún extra sexual en navidades y en los aniversarios.

Sabina arrastra su voz de otoño quejumbroso por la radio:
“y llamaban amor a la soledad que compartían”



Ahora él ha dejado de fumar y ella se ha comprado -on line- un consolador de vinilo coloreado con vetas aguamarina.

La noche se acaba y él hace crucigramas en italiano. Antónimo de vida, cinco letras: morte.
La noche se acaba y ella toma nota mental: mañana compraré pilas nuevas para mi unicornio azul.



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sábado, 13 de abril de 2013

... y un saquito de azufre.


En esta ciudad húmeda, norteña, desagradecida, no hay días en rojo, todos son grises, incluso –sobre todo- las fiestas de guardar.

Pero hay un viejo café donde el tiempo pasa tan despacio o más como en las avenidas burguesas y sus charcos de arcoíris sucio. Es un café como los de antes, con sus mesas de mármol veteado y sus sillas de hierro colado. Un mostrador con aros pegajosos de copas de anís y lámparas de baquelita con bombillas de cuarenta y cinco. Tres clientes perenes se sientan a desmembrar su pasado, ya que los recuerdos son la pintura descascarillada de su memoria que se les está cayéndo poco a poco, sin que nadie pueda hacer nada.

Son tres hombres que no juegan al póker –como aquellos tres de los que hablamos no hace tanto- ni miran a las niñas pasar tras los cristales. Se sientan al fondo, en una mesa vestida con tres tazas de café negro, un cenicero y un jarrón con dos flores. A un lado, en la pared, hay colgado la típica advertencia enmarcada “reservado el derecho de admisión”, alguien pintó debajo y a lápiz un añadido: sobretodo a los homófobos y su puta madre.

Hoy hablaremos de Carlos, aquí le llamamos cariñosamente “Cienfuegos”, es sordo como una tapia pero lee los labios y conoce doscientas catorce maneras de oír el canto de los pájaros. Sabemos que es nieto de un cuentero (no cuentista), lo sabemos porque usted nos lo ha dicho, y yo la creo, usted se sabe al dedillo el árbol genealógico de titiriteros, magos y taumaturgos. Sabemos que huyó o lo expulsaron de una isla donde los orgasmos son iridiscentes, aunque la verdadera historia solamente la sé yo y de cómo llegó a esta puta ciudad húmeda, norteña, desagradecida.
Carlos era maestro de primaria, allá en su pueblo. Al principio era divertido y fácil. Solamente tenía que ser capaz de conseguir que un puñado de malandrines imberbes aprendieran a sumar. Cada día empezaba igual:

Dos y dos son cuatro, cuatro y dos son seis, seis y dos son ocho, y ocho dieciséis.

Todos los días mañana y tarde, mañana y tarde, Día tras otro, semana tras semana, trimestres y trimestres de la misma cancioncilla machacona y atiplada.

Uno por uno uno, dos por dos cuatro, tres por tres nueve, cuatro por cuatro dieciséis.

Un año, otro año, así hasta veinte.

Cansado de aquella tonada infernal decidió una mañana cortarles la lengua a toda aquella pandilla de bribones descerebrados. De camino en el furgón policial los mamporreros del sistema le abrochaban la camisa de fuerza y le cambiaban las costillas de sitio a patadas. Él seguía escuchando dentro de su cabeza aquellos soniquetes de mierda y aprovecho un descuido para perforarse los tímpanos con el unicornio azul de Silvio.

Años más tarde apareció en esta ciudad húmeda, norteña desagradecida, dónde no crecen geranios, pero en una mesa de un viejo café siempre se encontrarán tres hombres sentados frente a unas tazas de café negro, un cenicero y un jarrón con dos gardenias para ti.

jueves, 4 de abril de 2013

OCASO Y DECADENCIA


A partir del año de las luces, en el dos mil y muchos, las mujeres decidieron que ya no tendrían más hijos por el método tradicional, olvidaron el embarazo nuevemesino, el parto doloroso, y el amamantamiento bisiesto. Dedicaron el tiempo del sexo por el puro placer de follar, conservando la figura juvenil de las chicas impúberes. Fue la emancipación femenina más brutal de la historia, más incluso que la del sufragio universal.

Los bebés se engendrarían en botes de confitura. Las niñas en delicados envases de cristal, con sabor a fresa. Los niños en varoniles tetrabriks de aluminio industrializado, con aroma de naranja amarga. Todo, siempre, con un complicado sistema de ingeniería genética, cientos de asépticos laboratorios llenos de doctores especializados en la combinación quinielística de los cromosomas, y la jodida suerte de haber acertado la misteriosa escritura del ADN a la primera.

Grandes recintos de fertilidad vítrea, con enfermeras sexys de minifalda para los niños, con machotes enfermeros de torso depilado para las niñas; hilo musical de fondo, Paulina Rubio cantando gilipolleces a las féminas, Ricky Martin (antes de su confesión) inculcando el fútbol a los varones. Al ladito de las estancias de fecundación, construyeron enormes salas de lactancia, cada pequeño frasco de mermelada conectado a una ordeñadora vacuna particular. Las vacas ya no se volvieron locas, estaban esquizofrénicas al ver el rumbo que seguía la humanidad.

A fuerza de no utilizarlo, las mujeres perdieron un seno, las diestras el pecho izquierdo, las zurdas el pecho derecho, por aquello de la simetría cerebral. En las fronteras del sur quedaban las últimas putas con dos tetas, y con ganas de yacer por el simple hecho de tener descendencia ilegalmente. Las tarifas de sus servicios eran auténticas fortunas, que sólo podían pagar los univitelinos de la última generación.




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martes, 2 de abril de 2013

Postre

Ella ha encontrado un pote, polvoriento y barrigudo, escondido detrás de una montañas de Bohemias, todas de antes del 59. Tiene una etiqueta, amarillenta y carcomida en las esquinas, y sobre ella hay escrito con una letra meticulosa que se parece a la suya propia: "Melao de coño".

Tendrá que preguntar si a Él le gustan las torrejas.




domingo, 31 de marzo de 2013

LOLA (génesis)


Como terapia de choque me piden que dibuje a Lola, me piden que haga un molde de porexpan, que lo rellene con la materia infinita de los sueños y que acuñe a Lola.  Me lo piden como quien pide un segundo terrón de azúcar, y no es tan fácil, sobre todo cuando a mí me gusta el café bien amargo.

Para empezar si ves a Lola en la distancia es una mezcla entre Audrey Hepburn y Mónica Bellucci; poca chicha pero bien repartida. Cuando se acerca caminando lo hace flexionando un poco las rodillas en cada paso, como las modelos de pasarela pero sin llegar a parecer un pato anoréxico. Un andar seguro y pausado, con un vaivén perfecto de caderas. A veces casi levita como esas sumisas geishas japonesas, otras parece que esté bailando merengue como las mulatonas dominicanas; debe ser por algún cambio de humor repentino.

Ya sabemos que tiene el culo alto y la piel caribe. No es un culo enorme de Pachamama latina ni una piel tostada a fuego lento. Respingón y canela podrían ser dos buenos adjetivos.




Ojos grandes que todo lo ven, que saben mirar a través de la piel. Ojos verdes. A veces obscuros y otras de un transparente casi felino. Lo esencial es invisible a los ojos, le reveló hace mucho tiempo un príncipe francés -amariconado e infantil- que andaba de planeta en planeta con una bufanda al cuello esperando a una bandada de pájaros migratorios que le llevaran de retorno a su casa.

Con la medida justa para parecer dominable en la cama pero sin llegar a serlo. Para concretar: elástica  como si los huesos pudieran ser cartílagos a su antojo y pudiera crecer y menguar como los ciclos de la luna.

Dos lombardas sobre el pecho, una a cada lado, ligeramente caídas hacia arriba. Pezón grande de rosetón moreno, en verano (sin sujetador y con mi camisa blanca) está de puta madre.

Acento cálido y goloso. Si ella quiere puede morder cuando te habla, pero lo hace de una manera tan delicada que ni te duele, ni te enteras. Es europea pero me apuesto una botella de Don Perignon a que aprendió el español cruzando los Atlánticos en un caballo de mar, entre los versos de Benedetti y las canciones de Jorge Negrete.




El despertador de su teléfono suena cada mañana con una canción premonitoria: Put the Blame on Mame, Gilda quitándose el guante izquierdo varias veces en un bucle infinito. No sabemos todavía si ha ensuciado su piel con un tatoo, seguramente que sí, pero de una manera discreta, ¿en una nalga quizás? ¿en un tobillo? No, ahora recuerdo, en la parte de atrás de sus hombros, debajo de la nuca, hay escrito con letra itálica un verso: heart is my favorite bitch. Es difícil verlo porque su media melena se lo tapa, solamente durante poco más de un cuarto de hora se puede leer, es cuando se recoge el pelo en un moño y se ducha antes del desayuno, luego se pinta las uñas del color de su estado de ánimo y vuelve a taparlo durante veintitrés horas y cuarenta y cinco minutos.

Pero, y aquí viene lo más importante, lo exterior es lo que menos cuenta, éstos son pormenores insignificantes Lo que realmente me tiene obsesionado es su interior, lo que me intriga/fascina/preocupa/inquieta/es aquello que guarda dentro de su cabeza o de su alma, si es que pudiera llegar a tener alma.



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lunes, 11 de febrero de 2013

Corto de lunes

"Los libros, el vino rojo y el sexo anal", dijo Ella, y él abrió la boca para responder pero entonces fue el petardo y las voz irritada de la abuela "¡Coño, tan viejo que está el americano ese para ponerse en esas cosas!"

Luego comenzó a llover.

sábado, 9 de febrero de 2013

CUENTO DE SABADO





Son las dos de la tarde y sale del apartamento caminando lentamente. Aunque primero hay que dar un vistazo rápido para tenerlo todo en orden. Sillas, cojines, cuadros, espejos. Todo en su sitio. Todo en su caos particular. No quiere dejar testigos, quizás los únicos que podrían decir algo serían el cenicero y la botella de ron, es mejor si coloca unas colillas y un vaso a medio llenar en la escena. Y el equipo de música sonando a todo trapo en modo repeat, Janis Joplin estará eternamente cantando con esa voz que incita al suicidio.

Luego, en la calle, continua caminando lentamente, sin movimientos bruscos, y a la misma vez que se aleja del Café Fresa y Chocolate repasa con detenimiento todo lo que se cruza por delante de sus ojos:

Una pareja de ancianos plantados en medio de la calle que le dicen sin abrir la boca “¿señor-nos-puede-dar-unas-monedas-para-subir-a-la-guagua-que-nos-lleve-hasta-el-Colón?”

Una vieja jinetera que en los años de bonanza saltó hacia el norte y trabajó de lo único que había aprendido. Ahora cuenta que fue la escort mejor pagada de Miami, hasta que llegaron aquellas portorriqueñas teñidas de rubio, pechugonas y con un litro de botox en los morros.

Dos maricas de bigote y guayabera blanca impecable que se recitan mutuamente versitos de Carilda Oliver y Reinaldo Arenas, el primero que pierda turno le tocará ser esa noche el pasivo. En realidad ninguno de los dos tiene miedo a perder.

Las tres y media y casi está llegando a su destino, no puede caminar deprisa porque lleva un clavo guardado entre los dientes y tiene miedo a tragárselo. Bajar toda la Avenida 23 le ha tomado un buen rato pero ahora ya tiene el Malecón a dos pasos, lo huele, lo presiente. En cuanto pone un pie encima del murete de cemento empieza su ritual: baja hacia las piedras, elige una bien planita y despejada, se quita la ropa, toda la ropa, se queda en pelotas y se tiende boca arriba mirando el cielo.  Las cuatro menos cinco y ya está preparado. Las cuatro en punto y comienza a diluviar con esa puntualidad Caribe de todos los aguaceros. En el verano llueve en La Habana cada tarde a las cuatro, sin falta.

Ahora ya está empapado desde los pies a la cabeza. Entreabre la boca y deja asomar la mitad del clavo que sujeta con la lengua apuntando hacia arriba, hacia el cielo. Necesita que un rayo le atraviese el alma desde que la vio tomar una copa de tinto y apagar un cigarrillo en aquel cenicero de latón, necesita que un rayo le parta en dos trozos desde que ella le dijo que el corazón es su puta preferida.


Si hoy no tiene suerte mañana volverá a las cuatro en punto a tumbarse bajo la tormenta. Algún día tendrá la grandísima estrella de beberse un rio de electricidad.

jueves, 24 de enero de 2013

Uno

Ella está a sólo un día de una poltrona, un libro con orejas de gato, un gato con lengua de perro, una maceta de gardenias que huele a lascivia y una aceituna que se ahoga en la copa de Martini mientras espera un cuento.

Un día. No más.



martes, 22 de enero de 2013

DOS DE CUATRO


Hay días en los que él se viste con pantalones cortos y un bolero, se olvida de peinarse, se olvida de la corbata y de los zapatos negros. Sale al mundo saludando al sol y al asfalto. Sale rebelde a la calle, cruza los semáforos peatonales en ámbar, baja las escaleras mecánicas del revés y le guiña el ojo a la vigilante de los parquímetros No pretende buscarle la cuadratura al círculo, solamente reírse de la vida.

Hay días en los que ella se desespera hasta el moño de esos adolescentes rubios, simétricos, de boca grande y cerebro escaso. Intenta por todos los medios enseñarles a recitar a Sabines, y unas gotas de luna en los ojos de los ancianos ayudan a bien morir. Ni caso.
Esos bastardos nórdicos están empeñados en saber pronunciar perfectamente y con española sonoridad la palabra “puta”. Por suerte en el trayecto a casa se quita las horquillas del pelo, cierra los sentidos y sintoniza dentro de su cabeza una emisora de radio pirata, ésa donde ponen la música que le gusta. Entonces comienza a pronunciar bajito:

Baby, i've been waiting,

i've been waiting night and day.



lunes, 21 de enero de 2013

UNO DE CUATRO





Ayer en una botella sin mensaje encontré un sobre a medio abrir, con las esquinas dobladas, y no sé porqué me recordó a la chica de los gatos y de las faldas.  
Intenté descifrar lo que sabía de ella, intenté reconstruir su imagen, pero por alguna razón me fue imposible.

Y mientras enciendo otro cigarro miro el mar buscando más botellas. Ella se está mesando el cabello y tararea alguna canción de de un looser setentero:

Well I hope that I don't fall in love with you
'Cause falling in love just makes me blue,






domingo, 20 de enero de 2013

Cuatro

Tres figuras, como en la canción de viejo marino que nunca navegó. El primero no cojea, pero es estreñido de solemnidad. El segundo no es mudo, pero ha de soportar que lo llamen traidor en su propia cara. El tercero no es ciego, pero se niega a ver porque se le escaparon sus ángeles y sus demonios también, mientras esperaba que ella lo llamara.

Hay una cuarta figura que ella no alcanza a reconocer, y eso la intriga. Se pregunta si debe hacer trampas, o si debe volverse Margarita y esperar por su Maestro. Un sorbo de vino más, y decidirá.

Debajo de la barra, El Bastillo se ríe bajito.


sábado, 19 de enero de 2013

TIENE LOS PIES SUCIOS






Nunca sabré cómo se llama ella, solamente que tiene los pies sucios. En realidad no importa, no son datos indispensables. ¿O sí? Estoy malacostumbrado a no recordar nunca el nombre de ninguna, todo lo más el color de su ropa interior –negra-, el nombre de su perfume -cualquiera que esté de oferta- y el tono de su carmín -Rouge in Love, de Lancôme-.

Sé que le gusta el color sepia, tanto el de las fotografías reveladas con nitrato de plata como el de las páginas de los libros que tratan de investigadores yankees y rubias de nombre compuesto. Ella habla de la gente muerta como si todavía estuvieran presentes, como si estuvieran  en la misma habitación, charlando de banalidades como si tal cosa. Ayer mismo me dijo que Nicanor Parra le había dicho que anda buscando dónde comprar un billete de autobús para ir a visitar el Cristo de Elqui. Yo le dije que ni puta idea, que de antipoetas y de cristos ando justito, más bien nada.

También sé que le gustan las películas antiguas, los olores de animales extintos y el café hirviendo. La verdad es que todo esto me lo supongo. Ella no cuenta nada, va dejando miguitas de pan y yo voy haciéndome el puzle.

Creo que se hace la tonta. Conoce perfectamente a los tres tipos que se apostaron una noche de kamasutra con ella jugándosela al póker. Sí, estoy seguro, se hace la tonta. Conoce de sobras quien es su paisano, el que llora lágrimas de pimienta, pero ni me lo dice ni me da pista alguna sobre si lo descifró.

Le cambia el rumbo a las palabras, las marea, las trastoca, las extravía. Cuando dice ahora quiere decir camaleón, cuando dice estrabismo quiere decir estoy buscando unos pendientes de plata que perdió mi abuela en su viaje de bodas, y cuando dice mantequilla con azúcar está diciendo ¿quieres hacer el favor de tomar un avión y venir aquí?, que se me está quedando el culo plano de esperarte sentada.

Tiene los pies sucios y mal genio, como si ocultara una ciclogénesis bajo las uñas.
Acabaré siendo el tipo que vende armónicas a los presos de San Quintín, aprovechando los días de visita para tener un bis a bis con ella.

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viernes, 18 de enero de 2013

Veo

Ella, experta en perdedores, imań de vagabundos y pervertidos, ángel de la guarda de parias, perros callejeros y desertores, está a punto de responder al bebedor de bourbón cuando lo ve, y en un segundo manda a callar a  Cagnavaro -a quién coño se le ocurre, se pregunta cada vez- a los pezones de la Vergara -a quién coño se le puede ocurrir, se pregunta siempre- y a la mano de naipes de su abuela, que han comenzado a vociferar que es ese, ese, ese.

Ya se acerca, ya está ahí, ya la alcanza,  y su canto le sabe a ella tan pobre como el del desdichado puhuy, porque ella no nació para anotar tragos sino para hacer palomitas con su lápiz rojo, y sabe que él sabe que es así, y sabe también que luego, cuando la mano de él dibuje obscenidades debajo de su falda, cuando la mano de él  mano se cierre sobre su garganta al compás de la nevada, será ella la que caiga en falta.

Y apenas puede esperar.

EL BAR SIGUE ESTANDO LLENO




ESCENARIO
Noche. Hace frío, mucho frío. Y la culpa no es sólo del invierno. Un bar de carretera. Una camarera y tres tipos en la barra. Nadie más en el local. 


SITUACIÓN
Afuera hiela y es insoportable permanecer. Adentro se está bien, tibio, relajado. En una pared un calendario en 3D con las tetas universales de Sofía Vergara. Los tres tipos beben y conversan. Bebidas diferentes para hombres diferentes: cerveza, ron caribeño y bourbon, todo en vaso grande.

DESARROLLO
Ellos juegan con una baraja francesa para ver quién saca la carta más alta. Hay una apuesta en el aire, y debe ser muy importante porque todos tienen cara de condenado en la milla verde.

El tipo del vaso de ron coge una carta y antes de voltearla murmura: he esperado esta oportunidad durante 51 años, nueve meses y cuatro días. Después lentamente la gira y podemos ver un dos de tréboles. Uff !!

Continúa el que bebe cerveza. Decidido alarga la mano hasta el taco de naipes y los acaricia. Estira del vértice de una de ellas mientras reza: Todos los hombres seremos navegantes hasta que el mar nos libere.  Bruscamente mira su elección: cinco de picas. Casi se dibuja una mueca en su cara.

Por último el tipo del bourbon, un looser de cualquier peli setentera, mete la mano entre las cartas y arremete la primera que pilla. La tira sobre el mostrador diciendo: soy una víctima inocente de un callejón sin salida. Reina de corazones. Sí, es víctima, sí.

Los tres se miran. No dicen nada. Ya estaba pactado. El ganador tiene que proponer algo a la camarera. El looser arranca:

-Señorita, por favor…

Ella -que no sabemos cómo ha acabado en esta mierda de tugurio, sirviendo copas y recogiendo historias- mecánicamente levanta la vista –con esa mirada mezcla de cilantro y ajonjolí- para ver al dueño de la voz; antes de avanzar se gira y le da un trago a esa eterna taza de té medio llena de vino –tinto- que guarda tras la cafetera, es mala hora para tener pezones y andar de abstemia, piensa.

- ¿Si…? ¿Otra ronda…?

- No, darling, es que debo decirte algo muy importante. Sabrás que los mayas llevan cachondeándose de nosotros desde los tiempos precolombinos, auguran el final del mundo y al final nunca pasa nada, pero ¿y si aciertan los muy cabrones? Mis amigos y yo tenemos una duda. Hipotéticamente si esta misma noche se acabara todo ¿con quién de nosotros tres vendrías a la cama? No me mires así, no estamos locos.

Un segundo antes de que ella abra la boca para responder se abre la puerta del bar y de repente, entre ventisca, aire gélido y nieve desorientada, aparece un tipo que bien podría ser un predicador del Central Park neoyorquino. Los ojos desorbitados se le están escociendo con un sudor fuera de temporada, como si llorase lágrimas de pimienta. Llega hasta el centro del local y declama:

Tarde o temprano vamos a morir de lo mismo,
de mujeres ajenas y de versos robados,
de poemas redondos y lectores cuadrados,
de ignorar que el espejo padece astigmatismo.



CONCLUSIÓN
No conocemos los gustos sexuales de la camarera.
Corrijo: No conozco –todavía- los gustos sexuales de ella, por tanto ¿a quién elegiría?