James Brown se me aparece cada mañana encaramado al techo de mi habitación, en posición fetal. Me habla con ese inglés medio gangoso de los afroamericanos marginales, me cuenta cosas de la vida y de la muerte. A veces su memoria se pierde y mezcla algún estribillo de “I feel good”, como si haberla palmado fuese lo mejor que le ha ocurrido nunca. Me dice que se pasó años buscando la felicidad, su felicidad, que conoció mujeres que sabían decir vetealamierdayanotequiero en ocho idiomas y después son incapaces de ser generosas con su lengua en el sexo oral (no les gusta chuparla)
Ayer, por fin, ese negro vicioso y funky me confesó su secreto:
- “solamente he amado a la única mujer que no necesitas verla, únicamente sentirla, para que se te levante (get up, get on up). La música.”
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