...siempre lo estafan y ya está harto. Tomó
una decisión, la más fácil, el camino de en medio. Se fugó de aquella mierda de
trabajo y se puso a buscar su propio trébol de cuatro hojas. Desde aquel día Él no
puede pronunciar el nombre de ella en voz alta, cuando tiene que decirle algo
la llama “medusa”, porque sus ojos le escuecen si la mira, porque sus dedos le queman
si la toca.
Ella se pinta las uñas de verde arrecife y
los labios de morado vitriolo. Qué bien suena cuando ella dice “dame el
vi-tri-o-lo”, así, despacito, porque a ella le gustan los besos lentos y las
historias con dos finales, sabiendo que de esa manera llegan más adentro…