...porque los que saben contar historias pueden cambiar el mundo. Y aquí tenemos los bolsillos llenos de ellas.

(Amaranta)

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...no sé contar las cosas intangibles, pero puedo enumerar todas las que se me quedan en la piel.

(Estrellada)

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... y las arenas atrapahombres, y el sabor a sal, origen de todas las cosas.

(MA)


sábado, 25 de mayo de 2013

Fuego


                                       ...siempre lo estafan y ya está harto. Tomó una decisión, la más fácil, el camino de en medio. Se fugó de aquella mierda de trabajo y se puso a buscar su propio trébol de cuatro hojas. Desde aquel día Él no puede pronunciar el nombre de ella en voz alta, cuando tiene que decirle algo la llama “medusa”, porque sus ojos le escuecen si la mira, porque sus dedos le queman si la toca.
Ella se pinta las uñas de verde arrecife y los labios de morado vitriolo. Qué bien suena cuando ella dice “dame el vi-tri-o-lo”, así, despacito, porque a ella le gustan los besos lentos y las historias con dos finales, sabiendo que de esa manera llegan más adentro…

miércoles, 22 de mayo de 2013

Tierra



                                         …que saber volar es esencial, me decía Girondo.  Pero a mi no se me importa un pito -como a él- que las mujeres tengan las tetas como nenúfares de otoño, ni permito que huelan a gasolina y zotal por las mañanas, y en el fondo me la trae bastante floja que hayan aprendido a volar.  La verdad es que prefiero que estén a ras de suelo, como yo, que voy renqueando como un topo mirando siempre hacia arriba, mirando bajo sus faldas, entre sus leotardos de gatos y setas, esperando el milagro de encontrar algún olvido de lencería que me haga esta vida de gusano más agradable.

Y lo peor de todo es que la FAO anda diciendo por ahí que tenemos que comer insectos, que los saltamontes. las lombrices  y las hormiguitas son deliciosos. Y yo le pregunto a la FAO ¿es que se han acabado los coños?

martes, 21 de mayo de 2013

LAS TRES ULTIMAS




A través de un reflejo en las puertas del Starbucks la he visto durante unos segundos, cruzaba fugazmente sobre las azoteas de María Molina montada en una alfombra voladora. He evitado levantar la cabeza y desviar la vista del suelo, no quiero delatarla.

En los mentideros subterráneos de la resistencia se cuenta que le sacó los ojos a una centinela, aprovechó un cacheo -denso y descarado- sobre sus tetas para desenfundar una horquilla del moño y dejarla ciega...