Ella está a sólo un día de una poltrona, un libro con orejas de gato, un gato con lengua de perro, una maceta de gardenias que huele a lascivia y una aceituna que se ahoga en la copa de Martini mientras espera un cuento.
Un día. No más.
...porque los que saben contar historias pueden cambiar el mundo. Y aquí tenemos los bolsillos llenos de ellas.
(Amaranta)
-------------------------------------------------
...no sé contar las cosas intangibles, pero puedo enumerar todas las que se me quedan en la piel.
(Estrellada)
-----------------------------------------------
... y las arenas atrapahombres, y el sabor a sal, origen de todas las cosas.
(MA)
jueves, 24 de enero de 2013
martes, 22 de enero de 2013
DOS DE CUATRO
Hay días en los que él
se viste con pantalones cortos y un bolero, se olvida de peinarse, se olvida de
la corbata y de los zapatos negros. Sale al mundo saludando al sol y al asfalto.
Sale rebelde a la calle, cruza los semáforos peatonales en ámbar, baja las
escaleras mecánicas del revés y le guiña el ojo a la vigilante de los parquímetros
No pretende buscarle la cuadratura al círculo, solamente reírse de la vida.
Hay días en los que ella
se desespera hasta el moño de esos adolescentes rubios, simétricos, de boca
grande y cerebro escaso. Intenta por todos los medios enseñarles a recitar a Sabines,
y unas gotas de luna en los ojos de los ancianos ayudan a bien morir. Ni
caso.
Esos bastardos nórdicos están empeñados en saber pronunciar perfectamente
y con española sonoridad la palabra “puta”. Por suerte en el trayecto a casa se
quita las horquillas del pelo, cierra los sentidos y sintoniza dentro de su
cabeza una emisora de radio pirata, ésa donde ponen la música que le gusta.
Entonces comienza a pronunciar bajito:
Baby, i've been waiting,
i've
been waiting night and day.
lunes, 21 de enero de 2013
UNO DE CUATRO
Ayer en una botella sin
mensaje encontré un sobre a medio abrir, con las esquinas dobladas, y no sé porqué
me recordó a la chica de los gatos y de las faldas.
Intenté descifrar lo que sabía de ella,
intenté reconstruir su imagen, pero por alguna razón me fue imposible.
Y mientras enciendo otro
cigarro miro el mar buscando más botellas. Ella se está mesando el cabello y tararea alguna canción de de un looser
setentero:
Well
I hope that I don't fall in love with you
'Cause
falling in love just makes me blue,
domingo, 20 de enero de 2013
Cuatro
Tres figuras, como en la canción de viejo marino que nunca navegó. El primero no cojea, pero es estreñido de solemnidad. El segundo no es mudo, pero ha de soportar que lo llamen traidor en su propia cara. El tercero no es ciego, pero se niega a ver porque se le escaparon sus ángeles y sus demonios también, mientras esperaba que ella lo llamara.
Hay una cuarta figura que ella no alcanza a reconocer, y eso la intriga. Se pregunta si debe hacer trampas, o si debe volverse Margarita y esperar por su Maestro. Un sorbo de vino más, y decidirá.
Debajo de la barra, El Bastillo se ríe bajito.
Debajo de la barra, El Bastillo se ríe bajito.
sábado, 19 de enero de 2013
TIENE LOS PIES SUCIOS
Nunca sabré cómo se llama ella, solamente que
tiene los pies sucios. En realidad no importa, no son datos indispensables. ¿O
sí? Estoy malacostumbrado a no recordar nunca el nombre de ninguna, todo lo más
el color de su ropa interior –negra-, el nombre de su perfume -cualquiera que
esté de oferta- y el tono de su carmín -Rouge in Love, de Lancôme-.
Sé que le gusta el color sepia, tanto el de
las fotografías reveladas con nitrato de plata como el de las páginas de los
libros que tratan de investigadores yankees y rubias de nombre compuesto. Ella
habla de la gente muerta como si todavía estuvieran presentes, como si
estuvieran en la misma habitación,
charlando de banalidades como si tal cosa. Ayer mismo me dijo que Nicanor Parra
le había dicho que anda buscando dónde comprar un billete de autobús para ir a
visitar el Cristo de Elqui. Yo le dije que ni puta idea, que de antipoetas y de
cristos ando justito, más bien nada.
También sé que le gustan las películas
antiguas, los olores de animales extintos y el café hirviendo. La verdad es que
todo esto me lo supongo. Ella no cuenta nada, va dejando miguitas de pan y yo
voy haciéndome el puzle.
Creo que se hace la tonta. Conoce
perfectamente a los tres tipos que se apostaron una noche de kamasutra con ella
jugándosela al póker. Sí, estoy seguro, se hace la tonta. Conoce de sobras
quien es su paisano, el que llora lágrimas de pimienta, pero ni me lo dice ni
me da pista alguna sobre si lo descifró.
Le cambia el rumbo a las palabras, las marea,
las trastoca, las extravía. Cuando dice ahora quiere decir camaleón,
cuando dice estrabismo quiere decir estoy buscando unos pendientes de
plata que perdió mi abuela en su viaje de bodas, y cuando dice mantequilla
con azúcar está diciendo ¿quieres hacer el favor de tomar un avión y
venir aquí?, que se me está quedando el culo plano de esperarte sentada.
Tiene los pies sucios y mal genio, como si
ocultara una ciclogénesis bajo las uñas.
Acabaré siendo el tipo que vende armónicas a
los presos de San Quintín, aprovechando los días de visita para tener un bis a
bis con ella.
.
viernes, 18 de enero de 2013
Veo
Ella, experta en perdedores, imań de vagabundos y pervertidos, ángel
de la guarda de parias, perros callejeros y desertores, está a punto de
responder al bebedor de bourbón cuando lo ve, y en un segundo manda a
callar a Cagnavaro -a quién coño se le ocurre, se pregunta
cada vez- a los pezones de la Vergara -a quién coño se le puede ocurrir,
se pregunta siempre- y a la mano de naipes de su abuela, que han
comenzado a vociferar que es ese, ese, ese.
Ya se acerca, ya está ahí, ya la alcanza, y su canto le sabe a ella tan pobre como el del desdichado puhuy, porque ella no nació para anotar tragos sino para hacer palomitas con su lápiz rojo, y sabe que él sabe que es así, y sabe también que luego, cuando la mano de él dibuje obscenidades debajo de su falda, cuando la mano de él mano se cierre sobre su garganta al compás de la nevada, será ella la que caiga en falta.
Y apenas puede esperar.
Ya se acerca, ya está ahí, ya la alcanza, y su canto le sabe a ella tan pobre como el del desdichado puhuy, porque ella no nació para anotar tragos sino para hacer palomitas con su lápiz rojo, y sabe que él sabe que es así, y sabe también que luego, cuando la mano de él dibuje obscenidades debajo de su falda, cuando la mano de él mano se cierre sobre su garganta al compás de la nevada, será ella la que caiga en falta.
Y apenas puede esperar.
EL BAR SIGUE ESTANDO LLENO
ESCENARIO
Noche. Hace frío, mucho frío. Y la culpa no es sólo del invierno. Un bar de carretera. Una camarera y tres tipos en la barra. Nadie más en el local.
SITUACIÓN
Afuera hiela y es insoportable permanecer. Adentro se está bien,
tibio, relajado. En una pared un calendario en 3D con las tetas universales de
Sofía Vergara. Los tres tipos beben y conversan. Bebidas diferentes para
hombres diferentes: cerveza, ron caribeño y bourbon, todo en vaso grande.
DESARROLLO
Ellos juegan con una baraja francesa para ver quién saca
la carta más alta. Hay una apuesta en el aire, y debe ser muy importante porque
todos tienen cara de condenado en la milla verde.
El tipo del vaso de ron coge una carta y antes de
voltearla murmura: he esperado esta oportunidad durante 51 años, nueve meses
y cuatro días. Después lentamente la gira y podemos ver un dos de tréboles.
Uff !!
Continúa el que bebe cerveza. Decidido alarga la
mano hasta el taco de naipes y los acaricia. Estira del vértice de una de ellas
mientras reza: Todos los hombres seremos navegantes hasta que el mar nos
libere. Bruscamente mira su
elección: cinco de picas. Casi se dibuja una mueca en su cara.
Por último el tipo del bourbon, un looser de
cualquier peli setentera, mete la mano entre las cartas y arremete la primera
que pilla. La tira sobre el mostrador diciendo: soy una víctima inocente de
un callejón sin salida. Reina de corazones. Sí, es víctima, sí.
Los tres se miran. No dicen nada. Ya estaba pactado. El
ganador tiene que proponer algo a la camarera. El looser arranca:
-Señorita, por favor…
Ella -que no sabemos cómo ha acabado en esta mierda de
tugurio, sirviendo copas y recogiendo historias- mecánicamente levanta la vista
–con esa mirada mezcla de cilantro y ajonjolí- para ver al dueño de la voz;
antes de avanzar se gira y le da un trago a esa eterna taza de té medio llena
de vino –tinto- que guarda tras la cafetera, es mala hora para tener pezones
y andar de abstemia, piensa.
- ¿Si…? ¿Otra
ronda…?
- No, darling,
es que debo decirte algo muy importante. Sabrás que los mayas llevan cachondeándose
de nosotros desde los tiempos precolombinos, auguran el final del mundo y al
final nunca pasa nada, pero ¿y si aciertan los muy cabrones? Mis amigos y yo
tenemos una duda. Hipotéticamente si esta misma noche se acabara todo ¿con
quién de nosotros tres vendrías a la cama? No me mires así, no estamos locos.
Un segundo antes de que ella abra la boca para responder
se abre la puerta del bar y de repente, entre ventisca, aire gélido y nieve desorientada, aparece
un tipo que bien podría ser un predicador del Central Park neoyorquino. Los ojos
desorbitados se le están escociendo con un sudor fuera de temporada, como si llorase lágrimas de pimienta. Llega hasta el centro
del local y declama:
Tarde o temprano vamos a morir de lo
mismo,
de mujeres ajenas y de versos robados,
de poemas redondos y lectores
cuadrados,
de ignorar que el espejo padece
astigmatismo.
CONCLUSIÓN
No conocemos los gustos sexuales de la
camarera.
Corrijo: No conozco –todavía- los
gustos sexuales de ella, por tanto ¿a quién elegiría?
Suscribirse a:
Entradas (Atom)