...porque los que saben contar historias pueden cambiar el mundo. Y aquí tenemos los bolsillos llenos de ellas.

(Amaranta)

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...no sé contar las cosas intangibles, pero puedo enumerar todas las que se me quedan en la piel.

(Estrellada)

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... y las arenas atrapahombres, y el sabor a sal, origen de todas las cosas.

(MA)


viernes, 18 de enero de 2013

EL BAR SIGUE ESTANDO LLENO




ESCENARIO
Noche. Hace frío, mucho frío. Y la culpa no es sólo del invierno. Un bar de carretera. Una camarera y tres tipos en la barra. Nadie más en el local. 


SITUACIÓN
Afuera hiela y es insoportable permanecer. Adentro se está bien, tibio, relajado. En una pared un calendario en 3D con las tetas universales de Sofía Vergara. Los tres tipos beben y conversan. Bebidas diferentes para hombres diferentes: cerveza, ron caribeño y bourbon, todo en vaso grande.

DESARROLLO
Ellos juegan con una baraja francesa para ver quién saca la carta más alta. Hay una apuesta en el aire, y debe ser muy importante porque todos tienen cara de condenado en la milla verde.

El tipo del vaso de ron coge una carta y antes de voltearla murmura: he esperado esta oportunidad durante 51 años, nueve meses y cuatro días. Después lentamente la gira y podemos ver un dos de tréboles. Uff !!

Continúa el que bebe cerveza. Decidido alarga la mano hasta el taco de naipes y los acaricia. Estira del vértice de una de ellas mientras reza: Todos los hombres seremos navegantes hasta que el mar nos libere.  Bruscamente mira su elección: cinco de picas. Casi se dibuja una mueca en su cara.

Por último el tipo del bourbon, un looser de cualquier peli setentera, mete la mano entre las cartas y arremete la primera que pilla. La tira sobre el mostrador diciendo: soy una víctima inocente de un callejón sin salida. Reina de corazones. Sí, es víctima, sí.

Los tres se miran. No dicen nada. Ya estaba pactado. El ganador tiene que proponer algo a la camarera. El looser arranca:

-Señorita, por favor…

Ella -que no sabemos cómo ha acabado en esta mierda de tugurio, sirviendo copas y recogiendo historias- mecánicamente levanta la vista –con esa mirada mezcla de cilantro y ajonjolí- para ver al dueño de la voz; antes de avanzar se gira y le da un trago a esa eterna taza de té medio llena de vino –tinto- que guarda tras la cafetera, es mala hora para tener pezones y andar de abstemia, piensa.

- ¿Si…? ¿Otra ronda…?

- No, darling, es que debo decirte algo muy importante. Sabrás que los mayas llevan cachondeándose de nosotros desde los tiempos precolombinos, auguran el final del mundo y al final nunca pasa nada, pero ¿y si aciertan los muy cabrones? Mis amigos y yo tenemos una duda. Hipotéticamente si esta misma noche se acabara todo ¿con quién de nosotros tres vendrías a la cama? No me mires así, no estamos locos.

Un segundo antes de que ella abra la boca para responder se abre la puerta del bar y de repente, entre ventisca, aire gélido y nieve desorientada, aparece un tipo que bien podría ser un predicador del Central Park neoyorquino. Los ojos desorbitados se le están escociendo con un sudor fuera de temporada, como si llorase lágrimas de pimienta. Llega hasta el centro del local y declama:

Tarde o temprano vamos a morir de lo mismo,
de mujeres ajenas y de versos robados,
de poemas redondos y lectores cuadrados,
de ignorar que el espejo padece astigmatismo.



CONCLUSIÓN
No conocemos los gustos sexuales de la camarera.
Corrijo: No conozco –todavía- los gustos sexuales de ella, por tanto ¿a quién elegiría?








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