No querer a nadie es ser libre, me
escribías en los márgenes de unos graciosos billetes de curso legal. Ahora lo único
que me queda es alguna canción de verano, la fotografía que te robé con el
móvil y las resacas del domingo; éso es lo más civilizado que nos ata, todo lo
demás está guardado en rotas maletas de nailon, mis papeles en cajas de zapatos,
tus revistas y tus braguitas en bolsas recicladas del Primark. Parece todo tan provisional
que quizás fue mentira.
En los bolsillos de los pantalones todavía almaceno unas piedras de nuestra playa, aquellas piedrecitas que te encajaba en el hueco del ombligo y que eran el paso preliminar antes de morirnos un poco más.
Por mi calle pasrá una chiquilla que lleva el pelo igual que tú y me recordará las veces que te ayude a despeinarte. Un vicioso anónimo en el autobús explorará tu culo, fabricándose una erección entre dos paradas, y desempolvaré la imagen de mis manos reptando por tus caderas.
El tonto del pueblo parece clarividente, su lucidez es de wikipedia: Nadie le come el coño a las putas.
En los bolsillos de los pantalones todavía almaceno unas piedras de nuestra playa, aquellas piedrecitas que te encajaba en el hueco del ombligo y que eran el paso preliminar antes de morirnos un poco más.
Por mi calle pasrá una chiquilla que lleva el pelo igual que tú y me recordará las veces que te ayude a despeinarte. Un vicioso anónimo en el autobús explorará tu culo, fabricándose una erección entre dos paradas, y desempolvaré la imagen de mis manos reptando por tus caderas.
El tonto del pueblo parece clarividente, su lucidez es de wikipedia: Nadie le come el coño a las putas.
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