Delirante de ginebra, o
de ron, o de moscatel, o de cualquier otra bebida que te cierre los
poros del entendimiento y te da el valor de salir a buscar otra
víctima. Y el problema lo tienes tú, reconócelo. Yo ya no te
sirvo, después de tantos años y ya no te sirvo. Ahora solo quieres
pollas jóvenes entre tus piernas, solamente piensas en que te
empotren, en que te follen, no quieres que te hagan el amor, sí, has
entendido bien: hacer el amor. El sexo oral es la expresión de amor
más profunda que existe, te regalo placer a cambio de nada, por eso
odias que te coman el coño.
Y no te quieres enterar
que el tiempo pasa para todos, a ti se te caen las tetas y a mi el
pelo, a ti se te estría la piel del culo y a mi la del alma. Pero tu
eres muy sibilina, sabes esquivar los estragos, te pones un sujetador
dos tallas menos o te cruzas el bolso por delante, aunque lo único
que consigues es que te miren las tetas (eso te encanta) y no te
miren los ojos, porque llevas el miedo a la crisis de los cuarenta
perfilado en tus pestañas. Te tiñes el pelo de rubio y te alisas
los tirabuzones, aún sabiendo que en quince días las canas y esas
ondas rebeldes volverán a aparecer.
Y ahora estás ahí, con
ese treintañero, él te devora con la mirada tal y como deseas, en
su cabeza piensa que hoy es su día de suerte, que hoy triunfará con
esa milf tan potente. Pobre, no sabe que la que manda eres tú. En
cuanto empiece a crecerse lo desarmarás preguntándole a bocajarro:
¿quieres follar?
El tonto del pueblo sigue
desgranando técnicas de nigromante: Dos de cada tres personas en
el mundo somos tu y yo, entonces ¿porqué siempre te encuentro con
el tercero?
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